Quiero un cuento provoca las lágrimas de sus artistas

Quiero un cuento trasciende las expectativas de un gran espectáculo musical rico en valores, supera su consideración para ser tomado en cuenta para nominaciones  y premios de arte para ser una demostración del valor humano que reta y deja su ejemplo de triunfo ante cualquier condición en que toque a alguien desarrollarse.
Nada extraño que al final del montaje, en la función de las cuatro de la tarde del domingo, cansados por la intensidad y la extensión del espectáculos, Javier Grullón, (El Lobo), y Bianca García (Caperucita Roja), salieron al final  conteniendo las lágrimas por la emoción. Sabían perfectamente que lo que habían terminado era más que un espectáculo.

La opción de reinserción social que presenta a la sociedad la Fundación Yo Puedo, al presentarnos más de 30 niños y jóvenes de condiciones diferenciadas, luciéndose como artistas, fue, para decir lo menos, un ejemplo de reconstrucción social.
En este montaje se procuró ofrecer, actoralmente el máximo del rendimiento interpretativo, con una especie de lazo estético que niveló bastante la actuación coral que define el libreto; la mejor entonación posible, aspecto en que sobresalen sin dudar Javier Grullón, Carolina Rivas, Estefani Peña, Bianca García   y Karla Fatule.
Grullón marca fuertemente el montaje como hilo conductor en un papel sumamente difícil de lograr que se arraigue en el gusto de la gente por la intensidad y extensión de sus partes, que debe desarrollar con notable cantidad de maquillaje y efectos especiales de vestuario. Carolina Rivas, clase aparte, juega con el público como la reina, luciéndose al extremo.
Bianca García y Karla Fatule, no dejan espacio para dudas de que estamos frente a dos talentos de consistencia y frescura.
Los artistas diferentes
¡Quien fuera a decir que se puede obtener  tanto rendimiento entre chicos y chicas que conviven con Síndrome de Down. Insuficiencia intelectual, autismo y Parálisis Cerebral
Las actuaciones, desde el joven que, vestido de frac, emociona con una canción tan y tan sentida, hasta los que actúan como actores -bailarines y cantantes, (haciéndolo por primera vez en vivo) se ganan el aplauso sincero, sin lastimeros motivos ni paternalismos condescendientes. Dan mucho más de lo que en justicia se podría esperar.
La fundación
El éxito de este montaje excede los protocolos contemplados.  Fue más que una experiencia de arte en escena que conjugó música, interpretación actoral, buen uso de los recursos técnicos. Fue más que eso.  Su triunfo queda en cada garganta emocionada. En cada lágrima contenida ante el clamor de unos aplausos merecidos y justos. Un reconocimiento a la labor de la Fundación Yo también puedo.

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