En horas ultimas del 2022, pasa a la historia reciente y con sus jornadas agotadas nos deja la oportunidad de ver la utilidad, oportunidad y sentido de justicia de cada quien.
Horas que nos han de servir a cuales qué valores aportamos y a cuáles verdades dejamos honrar.
Con la partida del 2022 queda en suspenso de juicio individual a cuanto valoramos.
Si hemos colocado el Yo en el justo lugar merecido.
Si hemos destinado cada minuto al amor y la justicia. Si hemos empleado cada jornada para hacer mejor la vida de otros.
Para evaluar cuan sería es la contaminación que hemos generando sobre nuestra particular huella de carbono.
Este es el tiempo para valorar si hicimos lo necesario para que las otros vivieran mejor o si nos sumamos al colectivo que da, de lado, el empujoncito final para que se derrique el otro o la otra.
El 2022 que se va sirve para medir si servimos de algo.
¿Será suficiente el enviar mensajitos digitales prefabricados, deseando todo lo bueno cuando al final del camino, no nos trasciende eso en realidad y no deja de ser un ritual de costumbres?
Existen quienes lo desean en verdad.
Si. Pero.. ¿Cuántos son?
Este en realidad es un tiempo de Soledad.
Una palabra sea dicha: nos hace falta autentificar el afecto.
En este fin e inicio del año.
Todo el tiempo. Nada de etiquetarnos como aguafiestas.
Todos nos sabemos conscientes.
Cada quien es grandecito.
Quien desee mirar al otro lado, ahora hay facilidades.
Yo me quedo acá.
Y me bajo de ese barco.
Prefiero la yola ínfima de loa autenticidad.
Esa no se ahoga con alcohol en ninguna de sus etiquetas.