Vicente Santos

La mujer puerca, entre lo mejor del teatro 2022

El teatro tiene una magia que no se produce en ninguna otra expresión escénica. Ni siquiera en cine.

El teatro es experiencia de piel a piel. De cara a cara. De emociones que no tienen espacio para repetirse.

De ritmos de actuación en los cuales el margen para equivocarse para dar el tono y el giro vocal y corporal preciso, es cero.

El teatro es la vida misma, pero al extremo. Es expositivo, artístico, didáctico y vivencial de las emociones, pero el máximo de sus formas expresivas.  

El teatro es ese escenario, mil veces renovado, que permite sentir a espectadores e intérpretes, bajo el signo del mismo imaginario.

Las reflexiones vienen tras presenciar La mujer puerca , del dramaturgo, cineasta y guionista de cine y televisión argentino Vicente Loza, en la Sala Ravelo, del Teatro Nacional, montaje que ha logrado concretar una conjunción de talentos que incluye: el acertado sentido de la producción de Honny Estrella – actriz y gestora artística – al ubicar este trabajo premiadísimo internacionalmente de  Vicente Loza, un  agudísimo escritor de teatro que tiene en su producción: Amarás la nocheHe nacido para verte sonreírEl mal de la montañaMatar cansa Nada del amor me produce envidiaPudor en animales de inviernoTodo verdeTu parte maldita y La vida terrenal, siendo uno de los dramaturgos de Argentina con mayor demanda para presentar sus obras en América Latina y España.

Loza es implacable en el manejo de su discurso escénico gracias a una visión crítica, su capacidad del sarcasmo elegante y su oportuno humor negro.

Otro factor que engrandece este montaje, es la instalación performática  (Performance es  un espectáculo vanguardista en el que se combinan elementos de artes y campos diversos, como la música, la danza, el teatro y las artes plásticas), concedido por el mejor de los escenógrafos dominicanos, Fidel López, al transformarla del establecido azul pitufo en un ambiente blanco,  que lo recorre todo. Tremendo es el esfuerzo en recursos y creatividad que logra envolver al espectador en un ambiente sorprendente y lúdico.

Este performance escenográfico monocromático, permitió el despliegue de un universo luminoso con alternativos tonos de diversos tonos a cargo de un técnico que, como Ernesto López, se puso a la altura del propósito escénico.

En La mujer puerca, los apoyos técnicos han resultado fundamentales: el vestuario de  Bethania Rivera/Vicente Santos y el maquillaje de  Elis Mesa, contribuyen con fuerza al impacto de la pieza, todo con la visión de un director, actor y gestor teatral que como Vicente Santos, tuvo oportunidad de ejercer este rol fundamental en la creatividad plena de la escena. Siempre lo vemos como actor de cine o teatro. Acá, tuvimos la oportunidad de sentir su ser creativo esencial. Es profesional, disciplinado y asumió el compromiso con un texto tan rompedor de esquemas.

Las actuaciones

Méritos merecidos para los tres personajes que hace Stuar Ortiz, por la genialidad de su gesticulación, su manejo gestual y sus sonidos guturales. Su labor como interpretación de respaldo a la protagonista de lo que en realidad es un monólogo extendido a cargo de la protagonista.

Y aquí llegamos a   Judith Rodríguez quien logra arrancarse girones de piel en los tres personajes que interpreta alternativamente, manteniendo, a pesar de la rapidez en los cambios del parlante, la personalidad de cada uno de ellos.

El proceso que desarrolla es en extremo bien desarrollado, desde su primera salida previa al inicio de sus acciones escénicas, cuando se pasea por escenario e interactuó con algunos espectadores de primera fila, hasta la intensidad del tren descarrilado emotivo de ese final, digno de todos los premios que podría merecer como una de las interpretaciones femeninas mejor logradas en la historia del teatro contemporáneo.

Su aparente fragilidad corporal, el amplio espectro de su expresión facial, su ductilidad en manejo de la voz,  su presencia en escena, marcando este discurso que expone la doble moral de cuando el fanatismo de fe, sustituye los valores verdaderos del cristianismo.

Judith Rodríguez en Hamlet, 2015. FOTO JOSE RAFAEL SOSA

Lo que nos surge ahora es la duda en torno a cuál habrá sido la mejor interpretación de esta mujer:

-El Hamlet que hizo en 2015 en Palacio de Bellas Artes, dirigida por el polémico director boliviano David Aramburu, en la cual aportó uno de los papeles mejor logrados de ese tiempo y el inolvidable desnudo artístico que acometió con valor y elegancia.

– Su papel en Buenas noches Mamá, 2018, junto y dirigida por María Castillo, un drama cotidiano y desgarrador y que vimos justo en esta misma Sala Ravelo.

No sabemos cuál de las tres actuaciones puede ser la calificada como la superior, lo que sí es claro es que Rodríguez se coloca ahora en un círculo singularmente exclusivo de la interpretación teatral.

Pepe Sierra, sorprende como director: Sin zapatos no hay paraiso

El teatro tiene la capacidad de la sorpresa con cada nueva entrega de sus cargas de sensaciones, intensidades y dramaturgias. Con el horrendo titulo de Sin Zapatos no hay paraíso (que se adopta para atraer atención a partir del titulo de una telenovela de cuestionable calidad audiovisual) y que en realidad se llama Dos perdidos en una noche sucia, original del dramaturgo brasilero Plinio Marcos. lleva a una muestra de una experiencia dramática, con sarcásticos toques de humor, favorecida la función por cuatro soportes que le otorgan el don de la trascendencia: un texto rico en su garra para atrapar en firme al espectador, la dirección de Pepe Sierra, rol en que se estrena con gran acierto, y las actuaciones de Vicente Santos y Richardson Diaz, afinadas en el tenor de un mismo nivel interpretativo, sostenido en un hilo actoral mutuamente correspondido por acciones físicas, psicológicas y verbales.

Lo actoral
Vicente Santos (Tono) llena el espacio por su presencia, voz y desempeño. No es un aporte que sorprenda de Santos, uno de los actores que con mayor seriedad ha tomado el aspecto de su preparación profesional, se tomo su tiempo y sus frutos en cine y teatro, son la mejor muestra de que su disciplina ha dado mucho más de lo esperado.
Como poblador de los barrios del fondo empobrecido, condicionado a la pobreza y la luchar por sobrevivir a cada cansancio extenuante, Vicente Santos entrega una de las actuaciones para ser recordadas siempre.
Richardson Diaz (desde su propuesta física y múltiple Monologo para un autor (Casa de Teatro, septiembre de 2016, dirigido por Indiana Brito) y otras que develan su tendencia al teatro de autor, nos había impresionado, pero ahora, recibe el papel preciso, hilarante, intenso, de continuos procesos intensivos de interpretación hilarante que trasciende el efectismo, evita la sobreactuación y permite un paseo de frescura escénica.

La dirección
El montaje revela la ventaja de ser un director con una hoja en blanco, frente a su primer proyecto, para presentar sus intenciones estética trascendiendo el gusto de estar frente a público, para pasar a ser el centro pensante que determina cuanto ha de ocurrir.
Pepe Sierra muestra un desempeño como director que lo inscribe en una lista corta: la de esos seres capaces de concebir y proyecto teatral, hacerlo con criterio y desarrollarlo hasta el último aplauso, hasta la complacencia final que deja sentir que el tiempo invertido en ver su labor, ha sido compensado con creces.
La representación de un trailer abandonado como hogar de esos dos hombres marcados por la pobreza, logra su cometido.
Sin zapatos no hay paraíso se presento en Casa de Teatro, la plataforma que ha servido ya por tres generaciones al buen hacer del teatro joven, en cada una de sus épocas.

El autor
El dramaturgo, actor y psicólogo Plinio Marcos, es un autor de notable compromiso social con una producción teatral escrita en tono denuncia sobre todo durante la dictadura militar brasilera. Sus obras se han traducido, publicado y representado en francés, español, inglés y alemán. Ha ganado casi todos los premios nacionales de teatro, cine, televisión y literatura. La obra fue escrita en 1966 durante la larga noche que fue la dictadura militar de Brasil.

La Casa de Bernarda Alba, un universo de palabras y silencios

El escenario queda, tras la última escena de La Casa de Bernarda Alba, como un universo de palabras y silencios. La atmósfera, desde el público es mezcla de satisfacción, respeto y orgullo. Si existe una dimensión en que los países son iguales, con las mismas capacidades expresivas, independientemente de sus índices de desarrollo o de sus prometedores o dramáticos índice del PIB, es en el talento de sus artistas.
La versión post moderna dominicana de La casa de Bernarda Alba es una pieza de valor excepcional que marca con fuerza el discurso escénico nacional de vocación global
En teatro, tras ver la función de un montaje que debía marcar el escenario latinoamericano y aun con el resonar los aplausos aun resonando y la alegría del público dibujada en cada rostro,  por ser servido  con un criterio ubicado  más allá de lo que esperaba, se llega a la conclusión que  la presentación de esta Casa de Bernarda Alba es  una interpretación  audaz, moderna y actual del clásico escrito hace 83 años por un desafiante e intelectualmente afirmado Federico García Lora, 16 semanas antes de ser asesinado por el fascismo franquista, acusado de revolucionario republicano y homosexual,  uno de los crímenes de odio de mayor oprobio.
Cuatro preguntas
Esta producción, La casa de Bernarda Alba con todo y su opresiva y oscura atmosfera, sus actuaciones  consistentes  y cuidadas, la garra creativa de su joven directora, Indiana Brito, con su  simbología asfixiante, claustrofóbica y oprobiosa escenografía carcelaria y su contemporáneo e imaginativo vestuario de choque, sugiere tres interrogantes:

  • ¿Por qué no existe una Ley Nacional de Teatro que auspicie esta expresión artística, que respalde un quehacer estéticamente tan alto y tan caro?

  • ¿Por qué no hay un premio nacional de teatro anual que reconozca todas las áreas de su producción en la diversidad de sus áreas?

  • ¿No se le ocurre a nadie rodar una película a partir de este montaje?

-Y, finalmente, ¿por qué este trabajo excepcional junto a otros montajes, no cuentan con mayor tiempo en cartelera?

Brillar de valores
Un equipo de artistas de la actuación y junto a los técnicos, han mostrado cuan universal puede ser su talento.  Se trata de un elenco de ensueño y una dirección deslumbrante de Brito, ante cuyo trabajo hay que clamar por el respeto al teatro acometido con integridad y alto sentido estético.
El montaje convoca altos factores de calidad a la escena dominicana y tras verla en Sala Ravelo, no queda duda alguna de que se trata desde ya de uno de los trabajos escénicos más relevantes de los últimos tiempos  y con condiciones suficientes para representar el país en cualquier escenario del mundo.
De las actuaciones, debe resaltar a la maestra María Castillo, que expele desde su centro, una fuerza expresiva que contagia y convence.
Los actores (Vicente Santos, Miguel Lendor, Mario Núñez,Alejandro Durán  Pavel Marcano y Camilo Landestoy), están entregados a sus encomiendas, convencen y conmueven. Poncia es recreada por Wilson Ureña, es el gran papel alternativo del montaje. Es intenso, expresivo y seduce la imaginación con sus parlamentos.
Los dos logros más rotundos, en aras de la concepción que logra Indiana Brito, son la escenografía de Fidel López y el expresivo e impactante vestuario, signado por la contemporánea modernidad.
La directora
Esta pieza supone una consagración para la joven directora que ya nos había impresionado con “Violín entre las sombras”, (2005), luego con Weekend en Bahía”, (2015) con Hony Estrella y Raeldo López y finalmente nos encandilo la piel con Agosto (2018), para enfrentarse con el reto de reinterpretación de un clásico a un nivel tan novedoso como revolucionario.
Un gestor teatral
Patricio León, desde su proyecto ¡Exprésate dominicano!, es el hombre que genera el proyecto, que procura a quienes deben integrarlo, que aplica a la práctica, la estrategia que se ha trazado de impulsar el mejor teatro posible, divulgando tesoros clásicos de la dramaturgia impulsando el conocimiento del teatro. Este proyecto dibuja claramente la coherencia de Patricio León como educador en teatro.
La gran casa
Federico García Lorca, el iconoclasta, irreverente y desafiante poeta y dramaturgo nacido en Granada, escribió esta obra en tres actos en 1936, en los fragores de la Guerra Civil española (del 17 de julio de 1936 – 1 de abril de 1939) y dos meses antes de su asesinato.