Pierre Augusto Renoir, representa la derrota de la enfermedad castrante a cargo de un talento infinito y una voluntad irreductible.
El gran maestro de la pintura francesa, fue el más sensual de los pintores del impresionismo, por su inclinación a vivir con plenitud la vida ordinaria y la belleza de la mujer, sobre todo de sus pechos, parte que consideraba casi mágica. Vivió una existencia en alegría entre 1841 y 1919.
Sin embargo pocos saben que desde que cumplió sus 50 años, comenzó a manifestar los primeros síntomas en sus manos, de una enfermedad deformante y dolorosa, que le llevó a pintar durante los últimos años de su existencia, con caballetes colgados de poleas y pinceles amarrados a sus dedos.
Su pasión por el poder de la plástica lo llevó a terminar sus últimos años de vida pintando, en silla de ruedas y con genialidad por la artritis reumatoide, pese a lo cual produjo sus mejores obras intimistas, un género que demandaba una perfección que pocos artistas, sin los problemas físicos que le atormentaba, y que se escapaba del mercadeo del “merchandise” que rodeó el impresionismo, en el cual se destacó como uno de sus maestro, junto a Paul Cézanme y Claude Monet.
Un recorrido por las 70 obras de Renoir en el Museo Thyssem-Bornemisza, guiado por la exposición Renoir Intimidad, conducido por la historiadora del Arte Elisa Sopeña (Universidad de Cataluña), redescubre a un artista del cual el mundo celebra el 175 aniversario de su nacimiento.
La visita a esta muestra pictórica excepcional, con piezas provenientes de diversas colecciones privadas de tres continentes, fue auspiciada por el Banco Popular Dominicano, en el marco de la Feria Internacional de Turismo Fitur 2017.
Video captado por un cineasta desconocido, en que se observa al maestro Renoir pintando durante el útimo y difícil proceso de su vida, cuando tenia que enfrentar el dolor y la limitación física para poder hacer su obra. Tomado de You Tube.
Pierre Augusto Renoir, enfrentó durante 25 años, con donaire y valentía, su enfermedad incapacitante, apoyado en su temperamento animoso, irreverente e informal, actitud de disfrute de todo el margen de vida que se le permitía y su pasión por la figura de la mujer y, de ella, por la fascinación que ejercía sobre su sensibilidad, los pechos.
En esa época, tenía que desplazarse en silla de ruedas y «la naturaleza agresiva de la enfermedad le ocasionó la destrucción y anquilosis [inmovilidad] del hombro derecho y la ruptura de varios tendones en dedos y muñecas le llevó a una escasa movilidad de sus manos. Pese a estas manos deformadas, continuó liando sus cigarrillos y, según su nieto, produjo más de 400 pinturas«.
Pasión la mujer
Eliza Sopeña, con una pasión y un disfrute singular para ilustrar a los visitantes, la vida de Renoir, cuenta que el epicentro de su obra siempre fueron las mujeres y que pintó jóvenes en actitudes variadas poniendo el foco en la vitalidad y la juventud.
Fueron muestras: Retrató mujeres parisinas refinadas (El baile del Moulin de la Galette, 1876), escenas burguesas (Mujer al piano, 1876) y escenas domésticas (En la terraza, 1881). Resaltaba la belleza y la estética femenina con pinceladas sutiles.
Hubo muchas mujeres en sus telas, pero una destacó por encima del resto: Gabrielle Renard fue su musa y transformó la producción de Renoir en la más sensual del impresionismo. Gabrielle, nacida en un pueblo de Borgoña, era prima de la esposa del artista, Aline Charigot y entró a la familia a los 16 años como Nana para cuidar del segundo de sus hijos, Jean, (que luego sería el gran director de cine francés) de los hijos del matrimonio,
Gabrielle Renard fue su musa y transformó la producción de Renoir en la más sensual del impresionismo. Gabrielle, nacida en un pueblo de Borgoña, era prima de la esposa del artista, Aline Charigot.
Renoir decía que “Lo único que exijo de un modelo es que su piel no rechace la luz”’.
Gabrielle fue un pilar en la vida de Renoir. No solo por evocar sus telas más famosas, sino por ser un gran apoyo cuando el pintor, aquejado de artritis, sufría graves dolores y quedó en una silla de ruedas.
Cuenta Gabrielle que a pesar de la enfermedad, no pasó un día en el que el artista francés no pintase, según reconoció poco antes de morir. Ella amarraba los pinceles a los dedos deformados de Renoir, ya deformados y limitados por la enfermedad.
Primaba al individuo y exploró el retrato y el autorretrato, aunque el epicentro de su obra siempre fueron las mujeres.
Con 16 años, entró a trabajar en su casa para cuidar del segundo de sus hijos, Jean, que luego sería un reconocido cineasta. Théodore Duret, crítico de arte y uno de los primeros defensores del movimiento impresionista, dudó de que «algún pintor haya interpretado jamás a la mujer de una manera más seductora» en referencia a los cuadros en los que aparecía Gabrielle.
Algunos críticos aseguran que peca de meloso y empalagoso. A su mujer también la retrató. Por ejemplo, en Almuerzo de remeros (1881) donde juega con un perro, pero nunca llegó a trasmitir ese nivel de sensualidad.
Gabrielle fue un pilar en la vida de Renoir. No solo por evocar sus telas más famosas, sino por ser un gran apoyo cuando el pintor, aquejado de artritis, sufría graves dolores y quedó en una silla de ruedas. A pesar de la enfermedad, no pasó un día en el que el artista francés no pintase, según reconoció poco antes de morir. La propia Gabrielle se encargaba de colocar el pincel entre sus dedos agarrotados por la enfermedad.
La niñera dejó el hogar de los Renoir para casarse con el pintor Conrad Hensler Slade, descendiente de una adinerada familia estadunidense.
El disfrute y la evocación por la obra de Pierre Augusto Renoir, quedan como sinónimo de triunfo del genio humano sobre la adversidad.