El accidente del helicóptero de Balaguer , que casi cambia la historia de nuestro país.

Era viernes 10 de mayo de 1974, al filo de las 9 y 30 de la noche. Faltaban seis días para la mascarada neotrujillista de las elecciones presidenciales, congresuales y municipales del jueves 16 de mayo de 1974 donde Balaguer se presentaría solo a las elecciones , fruto del retiro del la coalición del Acuerdo de Santiago encabezado por Antonio Guzmán Fernández .
Poco después de las 10 de la noche , en el oficial canal 4, apareció en la pantalla el locutor Bruno Pimentel, que pidió excusas “por la interrupción momentánea por razones ajenas a nuestra voluntad”. Después de una pausa “misteriosa” avisó que “en breves momentos el honorable señor Presidente de la República, Dr. Joaquín Balaguer, se dirigirá de urgencia a toda la Nación”.
Rodeado de la parafernalia militar que tanto gustaba, con su Secretario de las Fuerzas Armadas, contralmirante Ramón Emilio Jiménez hijo, de pie inmediatamente detrás; y a su siniestra , el general Enrique Pérez y Pérez, y a su diestra el general Neit Nivar Seijas, y otros acólitos, Balaguer apareció en la pantalla de pie tras una desmejorada mesa-escritorio de formica gris, con lentes oscuros prestados, espíritu apagado, rostro desmejorado y aire trágico.
bala
Luego de decir que a fin de evitar “falsas alarmas” y “especulaciones tendenciosas” comparecía ante el país para explicarle que a bordo de un helicóptero, luego de una manifestación reeleccionista en Puerto Plata, regresaba a la capital y que al llegar a la área Bonao-Villa Altagracia se desató un cerrado aguacero y próximo al kilómetro 40 de Villa Altagracia fuertes vientos y una tormenta eléctrica se combinaron con la lluvia y zarandearon el helicóptero, por lo que el piloto inició un aterrizaje forzoso en medio del mal tiempo y la densa oscuridad, batiendo sus hélices una Palma Real, por lo que se precipitó a tierra.
El helicóptero quedó “totalmente destruido”, dijo. Luego se supo que el helicóptero, con sus ocupantes adentro, fue impedido de caer a un precipicio por el tronco de una mata de caoba que había sido aserrada.
“Salimos milagrosamente ilesos”, proclamó. Luego entornó sus ojos, hizo un mutis calculado, elevó su voz cual marinero desde una garita en el silencio del ancho mar, y casi aulló (estilo discursivo característico en él) al decir que había sobrevivido gracias a un milagro de la Virgen de La Altagracia, y que ello significaba que “la providencia considera que mis servicios son útiles a la ciudadanía”.
Texto: Lipe Collado

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