La Trampa (Frank Perozo, 2022) es un producto cinematográfico cohesionado profesionalmente, claramente orientado al divertimento, a las ventas de verano y a ser un aporte que fortalezca el género de la comedia en la definición de sus nuevos perfiles.
Es una comedia de situaciones enredadas, unos toques de romanticismo escamoteado y de acción, que representa un notable avance para el género fílmico a que pertenece, aunque lejos de la impecable excelencia que deseamos de cara al cine del cine ideal.
Hacía falta una comedia así, que reivindica el género pero de forma natural, no por las particularidades de un plan de mercadeo cuidado al extremo. Lo que vemos podrá no ser perfecto, pero es un cine digno y que respeta a la gente.
Lo que la gente ha encontrado es un producto fílmico que genera risas, que hace que la gente sienta que pagó para divertirse.
Loable el trabajo del guión, a cargo de Kendy Yanoreth y Junior Rosado, la fotografía de Francis Adames no tiene nada que envidiar, sobre todo por el manejo de luminosidad y la limpia edición de José Delio Ares, con la salvedad de observar a los guionistas que revisen algunos de sus chistes sobre las mujeres. Una perspectiva que en ocasiones destila tufos de machismo, al propalar los estereotipos femeninos.
La trampa no es perfecta. No estará en festivales internacionales. Puede que no guste a todos los críticos. Adolece de algunos agujeros en sus giros, pero es un producto bueno.
La comedia cultiva el trabajo de la construcción de personajes desde su guión que permite sentir ese rendimiento en Pepe Sierra cuyo rol es gerenciado desde el texto hasta su interpretación, con enorme sentido profesional, similarmente a lo que acontece con Gracielina Olivero, que, sin ser protagonistas, brillan con luminarias propias y el público lo percibe. Sus entradas (de ambos) incrementan tanto el interés del público como la gracia que ambos emanan.
Lo mismo se puede decir de Merymel y de Yasser Michelén.
Perozo juega con las tres líneas de acción y las desemboca, como señala Félix Manuel Lora, en la finca La Trampa, escenario de la boda planificada, incursiona en el chiste visual en el cual el parlamentarismo televisivo queda fuera de roles, aun cuando habríamos deseado más fluidez en las escenas de acción, más detalles en las partes de suspenso (como en el ducto de aire acondicionado) porque a la luz de escenas similares de centenares de películas de la industria en locaciones similares, se nota insuficiente el desempeño. El asunto es enriquecer la percepción con más detalles. He ahí una materia pendiente.
Es un avance y una diversificación del género, adelanta recursos y utilidades que deben seguir abonando la ruta de las buenas comedias. Hay que perfilar mas la comedia aprovechar sus talentos y recursos.
Ejemplo: muy breves aparecen aquí los papeles de Exmin Carvajal y Francis Cruz, dos actores profesionales que en drama y comedia han mostrado en teatro, las garras de bestias en celo.
De Perozo tuvimos la certeza de un director de cuerpo completo con Colao (2017), para nosotros aún no superara por ninguna de sus otras producciones, aun cuando.
El arte de comediar
La comedia tiene una magia. Es el género cinematográfico más popular, el que más gente lleva a las salas, el que marcó, luego del documental, el inicio real del cine.
La comedia es similar a un plato de miel que, con su color ambarino oscuro, se ve apetitoso y retador al gusto. Pero que enmascara sus tiene sus riesgos y situaciones particulares, sobre todo cuando un país inició su industria del cine, abusando del género, produciendo récords de asistencia y millones de pesos en beneficios, sin tomar en cuenta las especificidades de código y el lenguaje del cine, a tal grado que la gente que en principio respaldó esa tendencia facilista y comercial de las comedias del momento.
El agotamiento del modelo, desilusionó al público susceptible y desaparecieron las colas infinitamente largas, integradas por masas informes de cinéfilos expuestos previamente a meses de promoción y mercadeo de aquellos títulos cuando se estrenaron.
Entonces se iba a “disfrutar” de un producto estandarizado: una línea de producción simplista, económica y francamente limitada por otro formato de producción: la televisión y sus cuadros de comedia.
Recuerdo un director de esas comedias, que, en oportunidad de encontrarnos casualmente, me comentó: “Querido, tú siempre dices lo mismo de todas mis comedias” a lo que respondí: “? ¿Y será que tú como director, haces siempre lo mismo?
Pero nada es para siempre.
La comedia dominicana ha tenido un desarrollo posterior dispar pero afortunadamente diverso, con expresiones variadas, en especial cuando quienes las producen.
Se trataba de la diferencia al abordaje del género porque había que definir qué es un negocio y un arte definitivo que demanda dos elementos: buen criterio, lo que significa ubicar los mejores talentos y darles la oportunidad de desarrollar e inversión en producción: mejores salarios, asumir nuevos costos al señalar locaciones variadas (y a veces más costosas) para sus comedias, en lugar de hacer un intercambio con un hotel o un centro comercial y producir un extendido publirreportaje, aderezado por comediantes provenientes en general de la pantalla pequeña.
El desdeño por la comedia es inmerecido, en primer lugar porque constituyó, en los arranques de nuestro cine un factor básico de trabajo para los profesionales y técnicos, creando una experiencia de trabajo (expertice, como algunos prefieren decir), factor fundamental para mejorar luego el trabajo de hacer buenas películas, incluyendo buenas comedias.
Incluso, hay premios de cine que han excluido reconocer a las comedias, a pesar de que constituyen el género que abrió las puertas del cine dominicano y que ha mejorado en mucho su calidad.
Muchas son Las Trampas
El título ha sido usado más de una vez en cine (sin que el hecho implique plagio, por ser un concepto genérico y atrayente del interés y generador de la expectativa).
Hay una película La Trampa, la palestina de Hany Abu-Assad (2021) -excelente trabajo de cine socialmente comprometido y artísticamente impecable y que exhibe actualmente Fine Arts/Novocentro-.
Hay otra La trampa, del norteamericano Norman Panamá (1959), y otra homónima del director argentino Carlos Hugo Christensen (1951).
Y para completar, hay una mexicana de 2021, del mismo nombre, dice el diario español La Vanguardia.
En fin, en una trampa, en la que nos ha agradado caer. Vaya a verla, deje el gusto ingenuo y delicioso de caer en su garras de ilusión y risas.
La Trampa logra buenas notas en nuestra bitácora.
Ficha técnica
Título: La Trampa
Director: Frank Perozo
Año: 2022
Guión: Kendy Llanoret Calcaño y Junior Rosado
Nacionalidad: Dominicana
Producción: Caribbean Cinemas Films
Productores: Gregory Quinn y Zumaya Codero
Productora ejecutiva: Kendy Llanoret Calcaño.
Director de Fotografía: Francis Adames
Edición: José Delio Ares
Distribución: Caribbean Cinemas Distributions
Elenco: Raymond Pozo, Miguel Céspedes, Kenny Grullón, Yasser Michelén, Melymel, Jenny Blanco, Brea Frank, Claribel Adamez, Franklin Romero Jr, y Jesús Zambrano, también forman parte talentos activos en el teatro como lo son la maestra Gracielina Olivero, Mario Núñez, Fidias Peralta, Bárbara Plaza y Francis Cruz y Exmín Carvajal.