El amor de una madre no es definible. Es una de esas realidades afectivas complejas e indescribibles. Pero cuando ese amor se supera a si mismo, cuando la madre es ms que una madre, y supera el esquema esperado de amor y sacrificios, entonces los que hemos recibido el influjo de ese afecto inalcanzable de definir, no encontramos las palabras justas, las precisas que pueda expresar lo que se siente por una partida que, aun sea esperada por cuanto todos nos iremos, duele al infinito.
El pasado jueves 26 de abril (2019), partido de estas laderas terrenales para iluminar los cielos con su rostro y ejemplo de entrega, amor, tolerancia y generosidad, Dilia Moreno viuda Ramírez. Al instante de escribir estas líneas, me encuentro en el complejo e intrincado trance de lograr las palabras exactas para definir su vida, que se desarrollo lejos de todo lucimiento público. Nunca fue objeto de noticias o reportajes. Nunca salió en la televisión, captada por algún periodista que recién hubiese descubierto el tesoro invaluable de sus cualidades que la definen como uno de esos ángeles vivientes entre nosotros.
Dona Dilia era ese excepcional tipo de seres entregados por vocación y fidelidad plenas, a su familia, a su marido , Don Maireni Ramírez. (EPD), a sus hijos, a los esposos y esposas de sus hijos, a todo el que llegaba a su casa y necesitaba de un plato caliente en la mesa, que siempre aparecía, o el albergue caliente y hospitalario para pasar la noche.
Su sentido del amor traspaso todas las fronteras.
Dilia era más que una madre. Mucho más.
Era el nombre y el cuerpo perfecto para responder la petición hecha a Dios alguna vez cuando se le pidiera: “Muéstrame señor la forma superior del amor”. Dilia era eso.
Sin formación académica, sin lecturas, sin diplomados. Llevo a todos sus hijos a hacerse profesionales, con el empeño expresado cada día. Cada noche. Era mucho más que una madre. Su ejemplo queda acá.