Cientos de personas, entre las que sobresalían los parientes del empresario y productor radial Teo Veras y el periodista y psicólogo Carlos Cedeño Pérez, acudieron a la misa en responso de sus almas, ayer tarde en la Parroquia El Buen Pastor. El Obispo Ramón dela Rosa y Carpio, resalto la eternidad del alma de los seres humanos y su manera de persistir en la vida material por medio de la obra realizada y gracias al buen recuerdo sembrado en el sentimiento y la memoria de quienes les trataron en vida.
Monsenor de la Rosa y Carpio afirma que ninguno de los dos comunicadores se extinguen con la desaparición física y recordó que el alma es un don de eternidad con que tenemos en esta tierra.
En el ambiente de esa Parroquia, solemne, sobrio y tan cercano al visitante, se le rindo el homenaje que merecían el precursor de la Radio y el periodista y psicólogo Carlos Cedeño Pérez, parte de una familia de periodistas, que incluye al maestro de periodismo turístico, Manuel Quiterio Cedeño.
Lo que hizo Teo Veras por la radio fue un aporte extraordinario de modernización, creatividad y responsabilidad social con el buen mensaje, que no habrá forma alguna de pagarlo. Es uno de los padres de la radiodifusión moderna del país. Y eso queda y se vive a cada instante. Basta poner en dial, las emisoras y que fundo…y las demás.
Psicólogo y periodista, Carlos Cedeño se ocupó de formarse profesionalmente en dos áreas paralelas y afines. La tendencia conmiserativa tiende a edulcorar la memoria de todos los muertos y a resaltar e incluso exagerar, lo bueno que caracterizo su proceder. El había sido un ejemplo de comportamiento ciudadano: trabajador, fiel a sus ideas de entrega y solidaridad con quienes trataba, buen hijo, excelente padre Y notable su entrega al trabajo.
De suave voz y agudos e inteligentes apuntes en su trato con los demás, Carlos era uno de esos seres que endulzaba la vida desde su silencio, desde su trabajo, desde su actitud. El, de alguna forma, permanece en el recuerdo y estará en nuestras memorias emotivas.
El Obispo De la Rosa y Carpio pidió paz a los restos de Teo Veras y Carlos Cedeño.
Una reflexión
La muerte, acto último de la vida, es un proceso tan inevitable como indefinible. Todos llegamos a esta existencia en la conciencia de que lo único seguro es que un día nos iremos y que dejaremos de ser y estar.
Pese a lo irreductible de esa verdad, no hemos asimilado su cíclica presencia y cada vez nos duele, sobre todo cuando quien parte en su viaje, es alguien cargado de virtudes y en pleno ejercicio de la vida.