El montaje de La fiesta del Chivo (Mario Vargas Llosa y dramaturgia de Manuel Chapuseaux) supera la adaptación a las tablas de la obra con una temática que atrae a todos todo el tiempo.
Es la magia del teatro, la fiesta del talento interpretativo y la manera de abordar la construcción del espacio teatral con novedad y criterio en la caracterización de época.
Las funciones en la eternamente amigable Sala José de Jesús Ravelo, del Teatro Nacional, constituyen un fenómeno que trasciende su fuerza de venta en boletería.
La obra es un expresivo escénico que convoca el reencuentro con la historia y que permite entender el valor universal del arte, aun sea su sede, una nación relativamente pequeña.
Lo que logran estos artistas (desde la dirección, la actuación de cada uno de los actores y las actrices y el ejecutado técnico (escenografía, vestuario, peluquería, banda sonora y universo luminoso), refiere el perfume de la calidad en la escena.
En República Dominicana ha contado con un montaje que no solo es sobrio y digno. Es evidencia de la capacidad interpretativa de quienes saben asumir con profesionalidad y compromiso el desafío de personalidades intensas y fuertes, como la de Trujillo, y de proyectar las debilidades y oportunismos de sus conmilitones compartiendo con la impotencia y sacrificio de las víctimas.
La presentación de La Fiesta del Chivo vuelve a plantear la trascendencia del teatro local, en tanto universo singular que no solo crece en número de salas que ahora florecen en plazas comerciales, en espacios adaptados desde casonas coloniales o republicanos.
El montaje valida en nuevos niveles el teatro local por la vigencia de un lazo fundamental compartido entre artistas y espectadores, construyendo una emoción que conforma un maratón de emociones.
La fiesta del chivo, (Manuel Chapuseaux, director sobre novela de Mario Vargas Llosa) ha sido, como montaje, un fenómeno artístico y de público dando lugar a funciones que no han tenido una sola butaca vacía, debido a una confluencia de factores: el interés en el tema porque Trujillo sigue siendo el tema histórico y social que más arraigo en el público.
La dictadura siempre opera como un plato de miel frente a las moscas y no es claro si se trata de un acto de masoquismo colectivo o la búsqueda de razones en la sinrazón.
Otro factor del atractivo por los talentos involucrados y particularmente por la selección de Augusto Feria, el actor dominicano que mejor caracteriza al director y cuya ausencia en películas que se han rodado sobre el tirano, ha sido notable.
Augusto Feria, intenso, con una fidelidad física, vocal y temperamental únicas respecto de Trujillo, supera la interpretación de Juan Echernove , en el Teatro Infanta Isabel, que vimos en Madrid (también a casa llena) en enero de 2020, poco antes de declararse la pandemia .
Feria ha recibido y aprovecha convenientemente, su viejo y legítimo deseo de hacer un Trujillo real, creíble, aborreciblemente verdadero, necesario hecho ante tantos errores de casting desperdiciados.
Pero sería grave dislate suponer que sólo Augusto Feria constituye el atractivo escénico del personaje, pero esa visión es parcial debido al notable rendimiento del elenco
Fausto Rojas (Johnny Abbes), Elvira Taveras (Urania adulta), Cindy Galán (Urania de adolescente); Henssy Pichardo (el Senador Cabral); Francis Cruz (Manuel Lorenzo); Miguel Bucarelly (Balaguer) resultan ser el actor adecuado para el papel que enfrentan.
La evaluación actoral es un mosaico digno de recordar: Rojas se mueve con disciplina y comodidad y hasta satisfacción en el perfil sádico de su J. Abbes, Francis Cruz, logrando la caricatura precisa, lo que es un serio quehacer y Henssy está justo en sus medidas como el «Cerebrito».
La representación femenina en la actuación, cuenta con una maestra (Elvira Taveras) y una de las jóvenes figuras de mejor desempeño, ambas haciendo de Urania.
Un aspecto resaltante es la ambientación de época y en especial vestuario y peluquería, el espacio teatral, rompedor de esquemas resumiendo en planos y colores, los signos y símbolos de la dictadura.
El montaje hace justicia a La fiesta del Chivo, publicada hace 23 años por Mario Vargas Llosa, autor que puede ser para usted políticamente lo que le parezca pero que queda fuera de toda duda, su raigambre trabajada y coherente en el despliegue de su narrativa y la precisa selectividad temática de sus obras.
La novela es una diva a los ojos de productores de muchos países, sobre todo de habla hispana por la estatura de su autor original y lo atractivo del tema dictatorial.
Las boletas de la temporada se han agotado.
La semana próxima habrá dos funciones extra. Aprovecharlas será el deber a que llama el compromiso con el teatro de excelencia.
Ficha técnica
Título: La fiesta del chivo
Autor: Mario Vargas Llosa
Dirección y dramaturgia: Manuel Chapuseaux
Asistencia dirección y regiduría: Canek Denis
Escenografía: Miguel Ramírez- Teatro de los oficios
Vestuario: Milagros Tiburcio/Severino Capellán y Gina Terk
Maquillaje/peluquería: Warde Brea
Coreografía: María Emilia García Portella
Fotos: Alejandro Núnez Frómeta
Elenco: Augusto Feria (Trujillo), Henssy Pichardo (Senador Cabral); Francis Cruz (Manuel Lorenzo); Miguel Bucarelly (Balaguer), Elvira Taveras (Urania, adulta) y Cindy Galán (Urania, joven); Fausto Rojas (Johnny Abbes).