Montar a Lorca no es juego. Y, hasta cierto punto, es una locura respecto de la cual, poquísima gente está en disposición de aceptar cuando se agazapan en el horizonte cotidiano la falta de recursos y la traumática apatía generalizada contra el arte verdadero.
Montar a Lorca es un desafío inmenso y para intentarlo no basta el deseo. Se imponen un respeto a la alta literatura y una devoción incondicional a la poesía, pero además implica disponerse a desarrollar un esfuerzo los promedios interpretativos.
Isabel Spencer, tenía claro lo que pretendía hace cinco años, cuando fundó el Colectivo Maleducadas, siendo como es una profesional no dispuesta a hacer complacencia del mercado escénico,
Federico García Lorca sigue naciendo una y otra vez por la vigencia y creatividad de su obra para el teatro, porque siempre habrá quienes, como Isabel Spencer, preferirán abandonar el camino facilista de las modas y los autores de alto consumo masivo, para volver a recrear la feliz unión de poesía con la escena.
Es claro que se han superado prejuicios y paradigmas: No existen ni teatro rico y teatro pobre, construcciones relativas y sobradamente ideológicas. Hay teatro, mucho. De muchas formas y coberturas y proyecciones, en sus más variadas expresiones y, como ahora, teatro que trasciende a partir del genio humano, de la entrega, de la pasión hecha paradigma. Todo teatro es válido y aporta, de una parte, trabajo a los artistas y, por otra, fantasías, alegrías o penas al público.
Pero no todo el teatro permanecerá en la historia del quehacer de las tablas. No siempre se es capaz de recoger el enorme desafío de montar un autor trascendente e inabarcable, como ciertamente resulta ser Federico García Lorca
Cuando se anunció el montaje de Juego de Navajas, versión libre de Maleducadas de Bodas de Sangre, experimentamos la misma sensación de cuando se adelantó que Casa de Teatro, pondría en su escenario en mayo del 2014 La casa de Bernarda Alba del mismo García Lorca, con un elenco enteramente femenino y que en su momento nos satisfizo.
En esta oportunidad, la convocatoria al escenario, justificó todas las verdades dichas: artistas entregados a un objetivo, lo alcanzan sobradamente al entregar una pieza demandante y exquisita, en la cual el querer se hace víctima de las pasiones y el egoísmo del querer.
Cuando Lorca publicó en 1931, su poema trágico Bodas de sangre escrita en verso y en prosa, sabía que producía un texto universal sobre la pasión, el deseo, la vida y la muerte, pero no imaginó que la pieza, estrenada el 8 de marzo de 1933 en el Teatro Beatriz de Madrid por la Compañía de Josefina Díaz y Manuel Collado, tendría la consistencia de un clásico, tentando siempre a los teatristas de muchas generaciones, como al efecto.
Juego de Navajas es un trabajo escénico que sobrepasa su propia dignidad y en cual hay una entrega integral a lo interpretativo, pero en medio de la cual resaltan los roles de Manuel Raposo (Leonardo), Ana Oviedo (La criada) Paloma Palacios (La novia) y la propia directora Isabel Spencer (La madre).
Con una marcada economía de recursos escénicos, que se enfrenta con un efectivo simbolismo y algunos elementos de utilería simples, el proyecto teatral resulta admirable.
Su bien desarrollado diseño de sonido, su acierto en el vestuario ecléctico, que sugiere, mas no reproduce el signo de su tiempo, hacen de esta pieza, una de las más significativas del presente año y de algunos de sus intérpretes, candidatos a los premios más reconocidos al teatro ,incluyendo el dorado galardón del Soberano 2018.
Maleducadas es un colectivo de teatro fundado en el año 2012 por Isabel Spencer, actriz egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático, ganadora del Soberano 2017 como mejor directora de teatro.
En los cinco años del colectivo, este es su tercer montaje, el primero fue La casa de Bernarda Alba, propuesta que fue bien acogido por el público, el segundo fue Hasta el Abismo, con el que obtuvieron tres nominaciones al soberano y con el que Spencer ganó como mejor directora.
Los acontecimientos trágicos y reales en los que se basa la obra, se produjeron el 22 de julio de 1928 en el Cortijo del Fraile, de Nijar, en Almería y delos cuales se enteró por la prensa.