Hay encuentros que se quedan flotando en la memoria, perfumando con su recuerdo, las mejores horas que alternan con las llamadas del trabajo.
No siempre ocurre, pero de cuando en cuando ocurre. Y es entonces cuando el tiempo de la conversación discurre plácidamente y nadie ve ni el reloj ni las omnipresentes pantallas de los celulares. Ha triunfado el placer de conversar y el gusto por el intercambio entre iguales.