¿Qué hace clásico a un clásico? Todas las fotos son de David Soto. La pregunta ha sido formulada más de una vez por el público espectador, por agudos cronistas de arte y por irascibles críticos de la escena, para llegar a una sola respuesta: la obra que resiste el tiempo y la circunstancia debido a la fortaleza de los talentos infinitos responsables de su realización.
Ese y no otro es el origen de un clásico, tal cual resulta ser Cascanueces, el ballet sinónimo de la Navidad y junto a El Lago de los Cisnes, el ballet más representado del mundo, dada la excelencia de quienes lo produjeron, justo lo que ocurre con la versión de Cascanueces estrenada anoche en Teatro Nacional, esfuerzo de cuatro compañías de teatro y objeto de una singularmente cuidada producción, al punto que su representación se transforma en uno de los acontecimientos cruciales del ballet en los escenarios locales, precisamente cuando el año estaba entregando sus últimos días y recogiendo sus recuerdos de final de ruta.
Lo que se ha logrado con este proyecto en el Teatro Nacional (en cuya sala principal se repite mañana sábado y el domingo, desde las cinco de la tarde) es dar dignidad a un proyecto clásico.
Talento y pasión
Lo que logra el conjunto de artistas y técnicos, bajo la orientación de la profesora Catana Pérez es un montaje exquisito, cuidado en sus aspectos cruciales, dejando que nos invada una sensación de buen gusto, de arte hecho con sentido universal y de validez técnica en escenografía, vestuario y diseño de luces.
Hay buen gusto y sentido de trascendencia desde el programa de mano, (el más sobrio y documentado que hemos visto), las actuaciones de las figuras de las compañías Ballet Concierto (Carlos Veitía),Ballet Nacional Dominicano (Armando González), Escuela Nacional de la Danza (Endanza/Marianele Sallent) y el Ballet Nacional de Sobre (Uruguay), dirigido por el maestro argentino Julio Bocca (Jennifer Ulloa); una escenografía de ensueño con capacidad para sumar los ambientes y lograr hacerlos ensoñadores y creíbles (Fidel López); el diseño de luces de B. Miranda…todo para sumar brillo a un acontecimiento emblemático de la navidad.
Los bailarines solistas Maikel Acosta, Valeria Melogno, Narciso Medina, Jennifer Ulloa y Marcos Rodríguez, evidencian cómo ha valido el esfuerzo de cada jornada ensayando y entrenando para transformar sus cuerpos en instrumentos de poesía en movimiento y expresa en el universo de sensaciones, tan alto e indefinible.
Las coreografías en masa, apuntan una perfección y uniformidad que colindan con la magia. Los niños y niñas ofrecen un sello de candor y una calidez digna de no ser olvidada jamás.
Vestuarios del justo diseño, una escenografía de López que en logra ser marco de ilusión y fantasía.
Símbolo universal de la Navidad, esta versión dominicana plasma de la mejor forma fascinante encanto al ser la más global, tierna y cuidada versión vista en el país.
Su historia
El Cascanueces hoy es combinación de Toy Story y Alicia en el país de las Maravillas, con la única diferencia que el ballet fue estrenado, el 18 de diciembre de 1892 en el Teatro Mariiski, de San Petersburgo, inicial e increíblemente con poca acogida de crítica y público hasta años más tarde, en 1927, en Hungría, cuando la gente tuvo el buen sentido de comprender su trascendencia.
Posteriormente, en 1940, Walt Disney lo llevó a la imaginería popular cuando tomó su banda sonora para producir un animado, Fantasía, que igualmente se transformó en un clásico del cine y le otorgó a este Ballet el derecho de picaporte al gusto general
A la gente le gustó la película y comenzaron a interesarse por el ballet. El interés creció cuando el montaje de El cascanueces de George Balanchine fue televisado a finales de 1950.
Los apoyos
El proyecto Cascanueces, fue patrocinado por: Banco Central, Banrservas, Fundación Corripio (Diamante); Propa-gas, Fundación Propa-gas, Club de Lectores del Listín Diario; Banco Popular, Indotel, Obras Públicas, Grupo Mejía Alcalá, Fundación Amigos del TN, CERTV, Color Visión (Oro); Claro, Fundación por la Danza y Scotiabank (Plata); Central Romana, United Brands y Seguros Universal (Bronce).
A la función premier asistieron representantes y ejecutivos de las empresas patrocinadoras del montaje, la primera dama, Cándida Montilla de Medina, invitados especiales y miembros de la crónica de arte clásico.
Ana Cristina Barragán
Alba, exquisito cine ecuatoriano que brilla en la XX Muestra de Cine
Alba es una joya que despreció, desde su concepción, boletería y gratificaciones simplistas. Es del tipo de filmes que agradeces toda la vida o de la que sales de la sala a los 20 minutos pidiendo tu dinero.
Destinada a gente que siente y aprecia, Alba es una joya del cine autoral latinoamericano, lastimeramente casi inadvertida por el público que asiste a la XIX Muestra Internacional de Cine. Quienes optan por su atractivo, quedan fascinados, pero es de esas producciones que no venderán
Siento un cine intimista que gira en torno a una de historia mínima, con una economía de personajes y un guion lineal, de fácil deducción, destinado más al estudio y la disección que al facilismo consumista o la procura de marcas el boletería, Alba se resuelve en un estudio artístico tanto de de soledades, acosos, ausencias, angustias e incomunicación existencial.
Alba fue desde el inicio y es una apuesta arriesgada, una opción personal con tono autobiográfico de la directora Ana Cristina Barragán, que se dio el lujo de dar dos años de tratamiento a su guión, buscar su protagonista de 11 años, entre 600 candidatas para, al final, complacer sobre todo a la crítica y el brillo que le otorgan nueve premios en prestigiosos festivales.
Alba es un concierto de cine de excelencia, basado en actuaciones de interiorismo existencial e inexpresividad al extremo de que en guion no hay más de 300 palabras en total y en una perfección de su universo sonoro que nos hace escuchar el roce de unos dedos sobre el brazo de una enferma, expresión de un cuidado técnico que representa un impecable manejo. Es una película realizada con amor al detalle.
Alba no es un proyecto de masas. Su público es aquel con capacidad para apreciar sus miradas pausadas, sus silencios prolongados, sus parlamentos, administrados como agua en el calor del desierto, espaciadamente pautados, por cuanto se aleja de las fórmulas pre-establecidas.
Llaman la atención la organicidad de las actuaciones, la fotografía y sobre todo el diseño de su universo sonoro, con la captura de sonidos que normalmente no tienen este micro-tratamiento, el uso del silencio como parte de su elocuencia cinematográfica. Ese es su encanto y su misterio.
Alba es la continuación de una tradición de cine desde el Ecuador, nación de tradición cinematográfica marcada, desde sus primeros pasos del cine moderno, que nos hace ver hacia 1999 cuando Sebastián Cordero estrenó en el Festival de Cine de Venecia «Ratas, Ratones, Rateros» (1999), que dejó un rastro de premios y menciones en los festivales de Venecia, Toronto, San Sebastián, La Habana, Bogotá y los Premios Goya. No produce muchas películas,
La segunda película de Cordero, «Crónicas» (2004), fue presentada en la sección Una cierta mirada de Cannes, además fue nominada al «Gran Premio del Jurado» en el Festival de Cine de Sundance y candidata a Mejor Dirección en los Premios Ariel. Crónicas fue la selección oficial del Ecuador ante los Oscares.
Alba, interpretada por Macarena Arias, es tremendamente bien representada como una abstraída niña de 11 años, temerosa del medio social que le ha tocado y cruzada por la vinculación con un padre ausente (Igor) planteado en escena por el actor ecuatoriano Pablo Aguirre—, un ser tan extraño como ella, y al que no ve desde los tres años.
Ficha Técnica
Título: Alba
Pais: Ecuador
Año: 2015
Duración: 1 h.20 m.
Dirección y guión: Ana Cristina Barragán
Elenco: Macarena Arias, Pablo Aguirre Andrade, Amaia Merino.
SINOPSIS
Alba tiene once años. Pasa la mayor parte de su tiempo en silencio y le gustan los animales diminutos. Una tarde, su madre es internada en el hospital y Alba debe mudarse con Igor, un padre a quien casi no conoce. Los intentos de Igor por acercarse a ella, las primeras amigas, el primer beso, las visitas a la madre en el hospital, son estímulos que marcan el camino de Alba hacia la entrada a la adolescencia y a la aceptación de su familia.