Liuba María Hevia, cantautora cubana y embajadora de Buena Voluntad de UNICEF, quien viene a ofrecer un concierto el 2 de septiembre próximo en Escenario 360, sostiene que su relación con el país fue responsabilidad del talento interpretativo de Sonia Silvestre.
La artista cubana, una de las voces femeninas más bellas de América Latina, sustentada en tiernos textos poéticos que compone, cantara los temas de su disco más reciente Vidas Paralelas, acompañada en algunas piezas por Carlos Varela, Pepe Hevia y Carlos Luis, Pavel Núñez, Víctor Víctor y José Antonio Rodríguez.
Vidas paralelas es una compilación de 68 canciones en el que la autora comparte a dúo con excelentes músicos cubanos y caribeños temas de su autoría y de varios de sus colegas.
La artista nos concedió una entrevista en la que narra desde sus inicios en la canción, cuando era niña, hasta su evaluación de la Nueva Trova y como ella no se siente encasillada en ningún movimiento musical, aun cuando los disfruta e interpreta a todos.
Esta fue la entrevista con Liuba María Hevia:
P- ¿Cómo se inclina por la canción como arte de vida y cuál es el origen de Liuba María Hevia y compositora?
LIUBA MARIA HEVIA. Desde la infancia manifesté una inclinación, casi delirante, por la música. Mi infancia estuvo siempre acompañada de música; hablo de la más variada de estilos y ritmos. Primero fue la música popular cubana, tan rica y colorida, también la Trova en toda su dimensión, tanto la tradicional y la nueva, la latinoamericana, en la cual resaltaba a mis ojos, el tango que formaba parte de las películas argentinas, que casi siempre estaban llenas de música. Comencé cantando en casi todos los juegos, en el coro de la escuela. A los 8 años ponía algunos acordes en la guitarra y participaba en todos los eventos culturales. Ese fue mi mejor juego. Mi madre me regaló un camino para disfrutar siempre de la música, en la casa y fuera, en un espectáculo, me llevaba al Teatro «Guiñol» (que, con títeres, representaba obras clásicas dirigidas a los niños) y viajé en un mundo de títeres y marionetas. Asistí a conciertos de artistas muy disímiles. Mi madre fue mi puerta a la música, a la felicidad verdadera. Ella era una mujer guajira, sensible y melómana a ultranza, cualquier pregunta podía respondértela con un estribillo popular o con la frase más aguda de algún trovador popular.
P- Como compositora, nos llama la atención el cuidado de los textos de amor… cómo se ha logrado eso?
LMH- Nací en diciembre del 1964, y justamente a mediados de esta década, justo cuando iniciaba la el movimiento de la nueva trova por lo que crecí llena de poesía, Silvio y Pablo fueron fundamentales. Ellos encabezaron un movimiento de jóvenes músicos, poetas, que llenaron de luces mi infancia y adolescencia. Históricamente la Trova Cubana siempre tuvo un alcance popular de intensidad marcada, también aquella trova joven se acercaba a lo mejor de la poesía, como los que los antecedieron, creaba textos de alabado lirismo, musicalizaban poetas imprescindibles como Martí, Guillén y otros grandes de nuestro continente.
Fueron años luminosos para la creación en Hispanoamérica, Serrat, por ejemplo, era uno más en casa, y con él vinieron León Felipe, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti y tantos otros grandes poetas. Era tanta aquella atmósfera de música y poesía que, a los 11 años, me vi entonando en la escuela algunas palabras que querían revelarme algo, eran, aunque seguramente muy elementales, las primeras señales que insinuaban un nuevo camino, el de la creación. En la escuela cantaba estas cosas, muchas veces ni decía su origen, por vergüenza, extrañeza, miedo a la canción misma, luego se fue haciendo natural andar con mi canción a cuesta. Segura estoy de que sin un Silvio, un Pablo y un Serrat, mi carrera y mi vida pertenecieran a otra dimensión.
P ¿Se considera ahora, tras el tiempo pasado, como una figura de Nueva Trova Cubana, o una compositora e intérprete del amor universal? ¿No le limita ser parte de un movimiento musical?
LMH- Nunca me he clasificado. Eso prefiero dejarlo a los críticos, estudiosos de tendencias, movimientos, estilos. Me honra haber sido heredera de tanta maravilla. Se me ha catalogado de tantos modos «novísima trova» «trova contemporánea», pienso que todos los calificativos me honran y todos de algún modo componen un poco mi esencia, que nace de la gratitud a mis grandes maestros.
P- Por qué el interés en cantar a la niñez? ¿Tienen los niños sensibilidad para entenderla?
LMH- El trabajo para los niños es una especialidad muy particular, con ellos se transita por un lugar de absoluta honestidad, es un riesgo que me seduce, que me divierte a mares, que me descontamina y renueva siempre.
Son almas llenas de sueños, descubrimientos, preguntas, pudieras ser el mejor cantante del planeta, el gran actor, el genio de la lámpara, pero si el niño no se siente reflejado en tu trabajo, no vuelve a la próxima función. Ellos lo saben todo, saben cuándo se les minimaliza con exageradas retóricas, diminutivos y banalidades, por ello creo que no hay que «bajar» para que te entiendan, más bien, hay que «subir» para nosotros entenderlos y ser mejores personas. Creo que todo el sacrificio es poco si el destinatario es un niño o niña que representan lo mejor de nosotros.
P ¿Qué impacto siente que ha tenido en los diversos países en que ha actuado, con ejemplo articular de Angola y RD?
LMH- La música tiene un modo misterioso de calar, transportando sensaciones y perspectivas de culturas, idiomas, volando por encima de las barreras geográficas. Me han privilegiado vivencias estremecedoras en lugares muy disímiles, como Angola, Suiza o Etiopía. Pero hay algo importante a tomar en cuenta, no basta la instrucción cultural para alzar el vuelo, desde luego, un pueblo con una base cultural es más sensible a la percepción artística que un pueblo mudo en historia y raíz, pero la sensibilidad es un misterio, hay quienes necesitan un avión para volar, otros con una melodía han visto el espacio.
P- Cómo ha sido la relación de cómo ha sido su vinculación con RD?
Mi primera relación con República Dominicana tiene el nombre de una mujer, un ángel que enamoró a toda Cuba, cuando nos visitó en los años 70. Alguien que, con los años, se convirtió en una hermana mayor, imagina, es que antes de conocerme, me privilegió poniendo su voz en «Ausencia», una de mis canciones, para mí ella es la que desató el misterio de este amor por la República Dominicana, quién sino: Sonia Silvestre.
Mi primera visita fue en el año 2002, desde entonces sucedieron regresos cada dos o tres años, casi siempre a la emblemática «Casa de Teatro», también al teatro Nacional, la Feria del Libro, conciertos en el Centro León de Santiago de los Caballeros. Muchas de estas experiencias, se realizaron gracias a mi hermano, el trovador dominicano José Antonio Rodríguez, a él siempre agradezco esta devoción por la República Dominicana, que es mi segunda patria, un sitio donde la palabra amor, familia, han sabido darle un sentido muy especial a mi vida, a veces no sé dónde estoy, si en Santo Domingo o en La Habana. Es que el Caribe es una misma casa.