Hacer un teatro de calidad, despojado de las herencias de lo previsible, alejándose del facilismo escénico, arriesgando la faja y afrontando una empresa artística compleja, fue el desafío que enfrento esta mujer, cuya carrera había estado mucho más cerca de la televisión que del teatro biográfico, con excepción hecha de su montaje sobre María Montes, que vimos en Sala de la Cultura (hoy Aida Bonelly de Díaz).
Jackeline Estrella entregó en el Palacio de Bellas Artes, con la presentación de La Lupe, conversión de una Diva, la que parece ser su mejor producción, y para cuyo montaje – a diferencia de lo que se acostumbra en los proyectos comerciales para la escena- tomó algunos años de investigación, ensayos para dominio de la voz, de control de la gestualidad de esta artista cubana, con una vida digna de ser llevada, además del teatro, al cine.
Provoca mucha alegría que la Estrella haya decidido montar un trabajo conceptual, alejado del facilismo del “gag” televisivo, un quehacer demandante y absorbente.
La mujer que se entrega allí, en las tablas, al mundo de ficciones y realidades mezcladas, hace un papel digno, a pesar de que acusa algunas discontinuidades y trazos que se sueltan (sobre todo cuando tiene que doblar canciones), pero evidencia una entrega a la labor de tomar la piel de un ser y un talento excepcionales.
Estrella muestra que puede ser muy buena en teatro de concepto y que está en capacidad de incrementar su vertiente expresiva de una actriz, pese a algunas sincronías en el montaje
Johnnié Mercedes sale airoso en la tarea como director que debió re-educara una artista que le llega condicionada por sus estándares de actuación masiva.
Jackeline Estrella escribe el libreto tras una labor de seguimiento a la vida de la diva cubana, y logra líneas verdaderamente brillantes.
El homenaje a La Yiyiyi, la legendaria cantante cubana fallecida en el 1992, ofrece una vida que planteaba, para poder ser representada, una reconversión escénica que tenía exigencias consistentes a la cual había que echar mano mediante fuera fuerte, agresiva, descarada, alegre, dramática, teatral. La misión era representar eso en escena.
La Lupe
Nació un 23 de diciembre del 1936 en San Pedrito un pequeño pueblo ubicado en las afueras de Santiago de Cuba y murió el 29 de febrero del 1992 en la ciudad de New york.
Lupe había crecido fascinada con la espectacularidad de Olga Guillot, Edit Piaf y Lola Flores, a quienes imitaba. Cuando la vida le dio la oportunidad, se lanzó a los escenarios, con tanta pasión y desparpajo que comenzó a crecer su fama, como una cantante fuera de lo común que hipnotizaba al público; su éxito fue tan abrumador que Fidel Castro le exigió que saliera de Cuba.
Fuera de su país recorrió muchos puertos, asentándose en New York en donde desarrolló su carrera artística.
No fue casualidad que en la gran urbe también le sonriera el éxito. Muchos cuentan que ella se quitaba los zapatos, golpeaba a los músicos, se quitaba la ropa, la peluca, los accesorios y gritaba de forma violenta o sensual.
La fama la llevó a niveles inimaginables, gastaba mucho dinero en la compra de una mansión, lujosos carros, exquisitas joyas, costosas y extravagantes actividades de la santería, los vicios y las malas compañías, los mismos que tiempo después fueron mermando su reputación y su fortuna hasta quedar en la total miseria.
A todo esto se suma la quema de su apartamento y su invalidez por una caída, calamidades que la condujeron a buscar de Dios, y en un culto de adoración encontró la salud física y del alma, iniciando a partir de ahí una nueva vida llena de bendiciones y de testimonios.