La noticia de la trágica muerte de Ángelo Valenzuela, se ha proyectado al país marcando, a su comunidad, San Juan de la Maguana, -la misma que se negó a abandonar nunca en procura de las facilidades de las luminarias de la gran ciudad- y al país cultural que se resiste a creer que sea cierta la noticia de que ese hombre dulce, de hablar pausado y de infinitas conversaciones creativas, ya no está.
En medio de la conmoción, se corre el peligro de no saber con exactitud, de cuál es la obra artística que deja Valenzuela a la posteridad y por la cual, finalmente, permanecerá en la memoria y el agradecimiento colectivos.
Se corre el riesgo de la información que pase rauda como la dosis de morbosa sangre mediática que el publico acostumbra a sorber para pasar pagina y ver quienes son los muertos del día siguiente. Y, en este caso, no puede ser así.
Ángelo Valenzuela respiraba vida y creatividad, en una estela estética que no se extingue con su inesperada y trágica muerte este pasado sábado en un accidente vial en el tramo Azua de la carretera Sánchez. Para mucha gente a quienes toca vivir su aliento artístico en la pintura, la dramaturgia y la gestión cultura, todavía es imposible acomodar la idea de que este artist dominicano, ya no se encuentra.
Pero, por fortuna, el buen arte, en cualquiera de sus modalidades, perpetua la obra, y por tanto la vida, de sus creadores que brindaron nuevas formas de experiencias estéticas y que trataron de expresiones nuevas generaciones de artistas, ahora llamadas al reto de concretar carreras dignas en las tablas, la literatura o el lienzo.
Valenzuela era uno de esos seres que vivía a plena intensidad: como pintor de recia formación académica, al punto de definir un estilo único surrealista que demandaba alto dominio del dibujo de la figura humana y como dramaturgo que logra irrumpir en uno de los los lugaresmejorelevados de la textualidad para teatro, lo que evidencian los premios nacionales a sus obras, es hoy un nombre en la memoria del arte. Tal es la impronta del arte basado en un talento cuidado a fuerza de estudio a fondo y actitud estética, ubicada por encima de todo.
Pintor, actor, dramaturgo y gestor cultural, muchos años antes de ser designado director regional de Cultura por el Ministerio, este era uno de esos trabajadores que no llegan a los lugares a ganar un salario y llenar apariencias. Ángelo vivía a profundidad cuanto hacia: desde su entrega al paroxismo de la creación plástica, para dar con cuadros de una imaginación segmentada y desbordante; su rol como maestro de pintura de jóvenes, tanto en SJM como en la prestigiosa escuela de Altos de Chavón, a donde fue aceptado catapultado por la afirmación de un estilo plástico único.
Su vida
Como dramaturgo: El libro que más recientemente puso a circular (Diciembre 2018) fue La Visita del Intruso, obra teatral galardonada con el Premio Nacional de Teatro 2010, presentado en su natal San Juan de la Maguana por la directora María Castillo.
En 1987 gana el Premio Casa de Teatro de 1987 con la obra Un ladrón en mi casa.
Con su segunda obra, Esther y Efraín, ganó el segundo lugar, en el concurso ATHENE de la Ciudad de Azua en el año 1992, donde también ganó mención honorífica con la tercera obra La Terrible Enfermedad de Don Moisés.
GALERIA FOTOGRAFICA CORTESIA DE EDITORIAL SANTUARIO
Con La Peste de Estos Días con la que gana el Premio Nacional de Teatro de la UCE 2001, presentada en mayo del 2013, el Teatro Guloya, un drama cómico sobre la deficiente atención medica en los hospitales públicos, dirigido por Claudio Rivera y que fue considerado por nosotros como una de las mejores obras presentadas en ese año.
Fue muchos años, presidente de la Casa de la Cultura del Proyecto Cultural Sur San Juan y director regional del Ministerio de Cultura de la República Dominicana y profesor de la escuela de Artes de Alto de Chavón.