Ninetta Roque

Evalina Acosta de Castro se fue tras 67 años de docencia y lucha

El fallecimiento de la profesora Evalina Acosta de Castro,  ha producido un sentido sentimiento de luto y una sensación de que a la educación le ha tocado despedir una de sus más firmes columnas, símbolo de una carrera de 67 años ensenando y formando a generaciones y una de las maestras que entendió justa la lucha de las mujeres por su emancipación.

Su memoria será recordada el sábado próximo con una misa en la parroquia San Juan Bautista de la Salle, de la calle Arrayanes, en Bella Vista, iniciando a las seis de la tarde.

La señorita Evalina, como la llamaban todos, trabajó con tesón junto a las hermanas Roque Martínez, y e especial con Ninetta Roque, durante 21 años en el Colegio Santa Teresita.
Fue la fundadora, junto a su esposo Salvador Castro Calcagno, el Colegio Santa Marta, donde por 37 años trabajó arduamente, con el deseo de formar hombres y mujeres para encaminar sus pasos por las sendas del progreso, no solo económico, sino también moral y social, una tarea que por generaciones ha ocupado su tiempo e interés.
Su dedicación y valiosas enseñanzas son recordadas por sus alumnos del colegio Santa Teresita, junto a las hermanas Roque Martínez y la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en la que impartió clases de Historia Social Dominicana por 20 años.
Recibió numerosos reconocimientos durante su extensa trayectoria entre los que se destaca la Medalla al Mérito a la Mujer dominicana, madre de los profesionales Fernando Ibert Acosta y Rhina Ibert.

Perteneciente a la generación venerable de cuando las maestras eran maestras, expresada en una trayectoria de más de 60 años en la formación académica y creación de valores en niños y jóvenes dominicanos.


Fue una militante activa de la Federación de Mujeres, trabajó en el Instituto de Señoritas Salome Ureña, llegando a laborar tres tandas consecutivas. Los veranos nunca fueron espacio para descansar, pues los aprovechaba para ofrecer clases particulares aglutinando para este fin a numerosos profesores.
Verdad muy  establecida es que todo ser humano, nace, crece, se desarrolla, deja o no frutos a la sociedad o hacia sí mismo, y muere, por lo que el término de la vida no debía ser motivo especial de trauma emotivo. Se sabe que todos moriremos. Pero nadie está preparado para sentir la partida de un ser tan amado como una madre y tan valioso, como haber sido pilar de la educación dominicana y pilar de la lucha de las mujeres por establecer su valor en la comunidad.