Jose Antonio Bisono

Tener tres películas criollas muy buenas en cartelera, es un privilegio

Para estos días, tres películas dominicanas de altísima calidad, están en cartelera y entre ellas se verifican cinco triples coincidencias.

Mosh, Rafaela y Perejil resitúan el talento joven en la industria audiovisual dominicana. Nuevos valores que reafirman su fe en una labor exigente, demandante, a ratos ingrata y siempre, al final, satisfactoria tanto para el público como para los realizadores del acto estético del cine.

La primera coincidencia:  Perejil (José María Cabral), Rafaela (Tito Rodríguez) y Mosh (José Antonio Bisoño), sin que sea casualidad, corresponden a tres directores jóvenes, provenientes de clase media  acomodada.

La segunda tripleta: los tres directores sin tener militancia de izquierda, sin estar enmarcados en la pobreza y sin ser víctimas de la injusticia, exponen los desgarradores universos de sectores empobrecidos y poco agraciados de la justicia social. Los tres  se comprometen con valentía, son  estéticamente exigentes y tienen cursos de nadadores a contracorriente.

La tercera coincidencia: las tres películas tienen de protagonistas, a tres jóvenes actrices caribeñas: Cyndie Lundi, Judith Rodríguez y María Rebecca Dalmasí Rodríguez,  y que además las tres son negras o mulatas, usuarias de trenzas afro e satisfactoriamente identificadas racialmente consigo mismas.

 

Una cuarta tripleta: las tres películas son igualmente protagonizadas por tres jóvenes actores: Omar Augusto, (Mosh), Ramón Emilio Candelario (Perejil) y Esmaily Morel Reyes (Rafaela).

Una quinta tripleta: los tres productores son, igualmente, jóvenes: Rafael Elías Muñoz (Perejil), por los estudios Lántica/Pinewood- Ricky Gluski (Mosh) y Danilo Reynoso (Rafaela), dando un valor especial al rol de quien es responsable de que el proyecto se lleve a cabo, a cargo de muchachos que evidencian sentido profesional y empuje frente a un arte que es el que más demanda de recursos financieros, técnicos y artísticos.

Evaluación crítica rápida:

Perejil. José María Cabral lleva a la pantalla uno de los episodios épicos que con mayor fuerza retrata el autoritarismo y racismo trujillista, al inspirarse en la matanza de los haitianos de 1937. La película es un concierto de buenas actuaciones, de inteligencia y sensibilidad frente a un tema crucial y respeto del cual, los mal llamados “nacionalistas” decidieron no hacer protestas públicas para no promover el proyecto.

Rafaela: Tito Rodríguez recibe la encomienda de dirigir este apasionante y realista retrato social de un barrio marginado con la estela de sus personajes marginales. Judith Rodríguez logra la mejor actuación de su carrera y el joven actor Esmaily Morel Reyes, ratifica su talento que conocimos cuando le vimos en su ópera prima Azul Magia, el dos de enero de 2017, que vimos en 6 de Palacio del Cine.

Mosh: Uno de los acontecimientos fílmicos nacionales por el buen desempeño de cada quien en el rol del que estuvo a cargo. Impecable, excepto en lo innecesariamente largo, y literario del monólogo de José La Iguana (Damián Alcázar), con la suerte de ofrecer la oportunidad a talentos que ahora son entrañables: desde la encantadoramente silente María Rebecca Dalmasí Rodríguez, el rol que hace Omar Augusto (Acentoh) y en particular el desempeño de Isabel Spencer. Robinson Diaz se perfila como uno de los actores de carácter de mejor sintonía con el público. Logra convencernos de su capacidad de maldad y seguir siendo un personaje amigable.

La historia de las proyecciones

A mediados de los años 80’s y 90’s, cuando se estrenaba Pasaje de Ida (Agliberto Meléndez, 18 de febrero de 1988), o Nueva Yol (Ángel Muniz, 16 de agosto de 1995), era un acontecimiento social el tener una película dominicana en cartelera.

La gente iba al cine a verlas, por ser hechas aquí, por ver gente y ambientes conocidos, por sentir un subcutáneo orgullo de ver que era posible hacer películas con talento artístico y técnico dominicano.

Posteriormente, en los años dos mil, (antes de la Ley Nacional de Cine) se fue haciendo frecuente, varias veces al año, una película criolla en la gran pantalla de Caribbean Cinemas o Palacio del Cine.

Para esa época, el fenómeno de taquilla fue Sanky Panky (José Enrique Pintor, 1 de febrero de 2007) que profundizó la posibilidad de que el cine nacional, fuera económicamente rentable y del gusto de las masas.

Luego de la Ley Nacional de Cine (2010), la presencia de filmes dominicanos que inició con El Rey de Najayo (Fernando Báez, EPD) se fue haciendo costumbre, primero con la exhibición de una cada dos o tres meses, luego llegaron a coincidir en una misma cartelera dos en un mes.

Pero tres (y hasta cuatro películas dominicanas simultáneas en cartelera), es extraño.

De hecho, solo en una oportunidad se han proyectado cuatro películas dominicanas y una de ellas siendo un fenómeno de taquilla: ¿Quién Manda? (Larimar Films, 15 de agosto de 2013 situación que solo se ha dado una ocasión-).

Y aún es más raro que sean exhibidas tres películas dominicanas independiente, de calidad fílmica y que no sean comedias, género, que llegó a ser el dominante en las salas por su poder de atracción de las grandes masas cinéfilas, sin demasiado criterio para diseccionar lo que es mal cine.