Durbiany García Castro

Un "Hasta luego" para Dora. Las madres en realidad, nunca se van

Dora Argentina Castro, nacida en Venezuela, se ha marchado de esta tierra para iluminar con su mirada y llenar de azules los espacios del cielo con su risa y sus inteligentes ocurrencias.

Nuestra vecina Dora descansa en sus restos mortales en Cementerio Puerta del Cielo. Alguna vez volverá a su natal Venezuela.

Dona Dora, Madre de Durbiany García Castro y  Doanyira Rondón Castro, era mi vecina puerta a puerta en el edificio Delta VI, de Bella Vista,  en Santo Domingo, una familia con la que hemos desarrollado un círculo de afecto directo, sencillo y permanente, por lo que su muerte (a pesar de encontrarme en Canadá) me ha calado de tristeza por esa partida.

También nos queda ahora el recuerdo de Dona Candida, madre de Miroslava Tavarez, nuestra amiga de muchos anos, en Santiago, hecho que tambien nos lleva a producir este escrito.

Ya antes, en junio, lo hemos dicho, cuando se nos marcho Dona Dilia , madre de Coralis Ramirez Moreno, la madre de nuestro hijo Faruk y  cuando la mía, Gisela Sosa, nos   ha dejado solo su recuerdo.

La partida de una madre buena (todas las madres se pueden congregar en torno a este adjetivo) nunca es una partida.

Las madres no se van nunca. Las dejamos de ver.

Las dejamos de sentir.  Ya no las veremos en las mananas. Ya no nos esperaran con su sonrisa.

Pero siguen aquí, en cada uno de sus hijos y sus hijas, que convocaran cada día su vuelta emocional y de memoria, a la vida.

Las madres pueden dejarnos físicamente, porque es el ciclo de la vida, inexorable, inevitable e inflexible por muy alto que sea el grado de aprecio y respeto ganados, pero quedan con nosotros con cada gesto recordado.

Adiós a Dora, a Cándida, a Gisela… sabemos que estan iluminando los cielos con su bondad.