Ana Rivas

¿Qué usted no vió El Camaleón? (Bueno… es cómo para no creerlo)

Waddys Jáquez convocó al cabaret El Camaleón, imaginario antro mala muerte que tiene su última función, antes de ser clausurado por lo que ubica al público ante una cohorte de personajes tristes y escandalosos tiene su chance final para evidenciar sus miserias y sus talentos.

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La función, navega entre el  burlesque, el vaudeville, la extravaganza, ofrece un recital de  actuaciones administadas con la genialidad de un Waddy Jáquez, opera como el último deseo del condenado., en el cual el arte es punta de lanza para atraer clientes, exponer vidas y miserias, mostrar sorprendentes cualidades de las almas que transitan en ese espacio y de paso, proporcionar una lúdica experiencia que impacta tiene una ventaja singular: es vitrina para disfrutar de talentos en baile, danza, caracterización, interpretación actoral.  Siete personajes en destrezas técnicas casi milagrosas, lucidas  en  maquillaje, accesorios y vestuario.
Galería de personajes
Waddy (El Camaleón), dueño y señor del antro. Cabeza visible del negocio y el hilo conductor de todo el espectáculo. Se disfruta su entrega y expresividad en los tonos de humor y de drama, al describir las artistas, a modo de introducción a escena. El libreto, tremendamente cuidadoso y bien escrito, se adecua a su expresividad y la estética “Waddy” que ya ha establecido como una marca en los escenarios que frecuenta.
Josué Guerrero: (El Terror, Rompe Olas y Carlitín). La intervención de este artista es la gran sorpresa, en el marco un conjunto de las actuaciones para ser atesoradas esta producción que de ninguna forma debe pasar por alto.
Josué Guerrero se revela múltiple, expresivo, fresco, desacralizador y transformado integralmente, sobre todo en su primer personaje (Rompeola), en un ejemplo de lo que podría ofrecer cuando nuestro cine se decida a dejar el recato y la extrema moderación moral que lo moldea.
Su interpretación de El Terror cala profundo por lo dramático y lo actual: un paciente que ve escapar la vida por el SIDA y se sabe ante su última actuación.

Cheddy García (Bola de Fuego) muestra cuan artista es y saca su polivalencia cuando no se encuentra ante el facilismo de la cámara para hacer una comedia. Chispeante y aguda, solo con algunas deudas en las notas agudas del canto, sale bastante bien librada del encargo de hacer creíble esta bola de fuego.

Delta Soto (Sarandunga). El más noble de los retornos a las cámaras, Dueña de su personaje, con una expresión facial penetrante y un personaje al parecer diseñado para su desempeño particular, la veterana actriz rememora toda la tradición que le ha llevado al lugar cimero que ocupa. Deliciosa. Vivible. Agridulce, ella es como la historia del teatro moderno, hecha mujer en un solo haz de imagen. Ella sola paga todo el empeño de acudir al cabaret de marras.
Diomaris La Mala (Deseo). Talento que le brota por doquier, más allá de una voz portentosa y un estilo que vocal que llena todo espacio y que deja sentir una artista integral de la escena. Esta mujer supo desde siempre que lo suyo no se limitaba a la canción de restaurante en los pasillos perdidos de un Nueva York que le queda pequeño. Su historia cruel es una de las más dramáticas.
Fiume Michel Bertita). Una que sabe abrir su espacio y romper los esquemas de la estética que limita la belleza a absurdas medidas. Nada la ha detenido ni en el cine ni en el teatro. Delicioso narradora de su historia, es un ser para quedarse con él para siempre.
 
Ana Rivas (La veterana). Figura que llega para validar la tradición de un apellido de artistas y creatividad. Su rol, el más extendido en escena, la única con cinco números, fue transformación y derrota. Inolvidable.
 
Pie de foto
El camaleón y las siete puertas, (Cabaret y Circo) es uno de esos espectáculos que nunca se olvida.