Se fue el poeta negro de luminosa y eterna sonrisa: Norberto James Rawlings

Terminó este jueves, la existencia de uno de los poetas fundamentales de la literatura de postguerra, con cuya partida ya son tres los grandes poetas que, mereciéndolo, se marchan sin el Premio Nacional de Literatura.

El poeta de eterna y luminosa sonrisa, de voz dulce, de persistencia en el estudio y estricta disciplina para ejercer el acto creador, Norberto Pedro James Rawlings falleció en Boston, localidad norteamericana en la que hizo residencia desde 1983 tras realizar un doctorado del que se graduó con notas de excelencia, lo que le valió su contrato como profesor de literatura.

Tenía desde hace dos décadas la Enfermedad de Parkinson. Había nacido en el ingenio Consuelo, (de San Pedro de Macorís) en la que nació el 6 de febrero de 1945.

James Rawlings, quien participó como cuadro cultural en la contienda constitucionalista de 1965, procedía de una práctica social altamente comprometida y su obra era reflejo de su pensamiento libertario.

Fue parte fundamental de los poetas de postguerra entre los que se cita a Andrés L. Mateo, Mateo Morrison Enriquillo Sánchez, Tony Raful, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio y Soledad Álvarez, pero como toda conciencia creadora consciente de su rol, deliberadamente no era un ser no era gregario y evitaba ser parte de coros ideológicos.

En lo personal, James Rawlings, ofrecía siempre una deliciosa compañía diletante, una conversación montada en el interés por el arte y adornada tanto por la sutileza de su voz como por las anécdotas con que aderezaba el momento. Siempre, siempre sonreía. Estar a su lado, por horas y sin sentir el paso del tiempo, era el disfrute del manjar de la inteligencia aguda y el poder ilustrado del análisis sin presunción intelectual.

Estudioso y dedicado, fue de esos poetas que producen su gran obra clásica, en el umbral de la juventud. Con 24 años, en 1969, sorprendió con la elegía Los Inmigrantes, cuyos textos, línea a línea, resumen la limpieza y excelencia de una obra maestra para no ser olvidada nunca.

Para quienes lo han considerado en el singular círculo de poetas de un solo poema notable, la equivocación es obvia. Este poeta tiene una obra consistente y auténtica, a lo cual suma su labor docente como formador de nuevas perspectivas en las generaciones de ascenso, incluyendo a los estudiantes inmigrantes que lo percibían como parte del ideario social propio. Orgulloso tanto de su origen como de su negritud, Norberto James era un tipo de excepción. Que nadie lo dude.

Los de este poema, son versos son una musicalidad y una rutilante dinámica literaria:

“Óyeme viejo Willy cochero fiel enamorado de la masonería.

Óyeme tú George Jones, ciclista infatigable.

John Thomas predicador.

Winston Brodie maestro.

Prudy Ferdinand trompetista.

Cyril Chalanger ferrocarrilero.

Aubrey James químico.

Violeta Stephen soprano.

Chico Conton pelotero.

Vengo con todos los viejos tambores arcos flechas espadas y hachas de madera pintadas a todo color ataviado de la multicolor vestimenta de «Primo» el Guloya-Enfermero”.

Los Inmigrantes,  le entregó la llave a los más altos páramos de las letras nacionales y del Caribe Hispano. Sus textos permearon el cuerpo social y se hicieron bandera que acentuaba la realidad de los nacionales que, salidos de su Patria, procuraban un destino mejor que el vivido.

El de Norberto James Rawlings es el mismo trayecto de otros dos poetas, Alexis Gómez Rosa y René Rodríguez, a quienes hemos visto partir a la eternidad, sin ser Premios Nacionales de Literatura, pero esa es la vida.

Paz a sus restos. Y el reconocimiento que ya no necesita.

Adiós a Norberto y bienvenida siempre su poesía inusual y trascendente.

Los inmigrantes

Aún no se ha escrito la historia de su congoja.

Su viejo dolor unido al nuestro.

I

No tuvieron tiempo -de niños para asir entre sus dedos los múltiples colores de las mariposas.

Atar en la mirada los paisajes del archipiélago.

Conocer el canto húmedo de los ríos.

No tuvieron tiempo de decir: -Esta tierra es nuestra.

Juntaremos colores. Haremos bandera. La defenderemos.

II

Hubo un tiempo -no lo conocían que la caña los millones y la provincia de nombre indígena de salobre y húmedo apellido tenían música propia y desde los más remotos lugares llegaban los danzantes.

Por la caña. Por la mar. Por el raíl ondulante y frío muchos quedaron atrapados.

Tras la alegre fuga de otros quedó el simple sonido del apellido adulterado difícil de pronunciar. La vetusta ciudad.

El polvoriento barrio cayéndose sin ruido.

La pereza lastimosa del caballo de coche.

El apaleado joven requiriendo la tibieza de su patria verdadera.

III

Los que quedan.

Éstos. Los de borrosa sonrisa.

Lengua perezosa para hilvanar los sonidos de nuestro idioma son la segunda raíz de mi estirpe.

Vieja roca donde crece y arde furioso el odio antiguo a la corona. A la mar. A esta horrible oscuridad plagada de monstruos.

IV

Óyeme viejo Willy cochero fiel enamorado de la masonería.

Óyeme tú George Jones, ciclista infatigable.

John Thomas predicador.

Winston Brodie maestro.

Prudy Ferdinand trompetista.

Cyril Chalanger ferrocarrilero.

Aubrey James químico.

Violeta Stephen soprano.

Chico Conton pelotero.

Vengo con todos los viejos tambores arcos flechas espadas y hachas de madera pintadas a todo color ataviado de la multicolor vestimenta de «Primo» el Guloya-Enfermero.

Vengo a escribir vuestros nombres junto al de los sencillos.

Ofrendaros esta Patria mía y vuestra porque os la ganáis junto a nosotros en la brega diaria por el pan y la paz.

Por la luz y el amor.

Porque cada día que pasa cada día que cae sobre vuestra fatigada sal de obreros construimos la luz que nos deseáis.

Aseguramos la posibilidad del canto para todos.

s.p.m. 1969”

 

Pie de foto:

Norberto Pedro James Rawlings, el poeta de la sonrisa luminosa, nos ha dejado.

 

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