La cancion lírica dominicana es alta y buena. Merece todo respaldo

El arte musical de mayor calidad, no es siempre el que recibe la mayor promoción de los medios, a diferencia de las 9 mil pulgadas cuadradas de publicaciones impresas que recibió el concierto de un cantante urbano puertorriqueño, de letras altamente cuestionables y literariamente muy pobres,  bautizado con el curioso nombre de Conejo Malo, parte de los desequilibrios del medio artístico.

Por ello resulto estimulante  que en la   intimista sala Aida Bonelly de Diaz, que ha sido escenario para una larga relación de espectáculos no comerciales,  adquiriera  un tono lúdico especial con el montaje allí, con apenas un piano y una bandera como escenografía, del Concierto de la Compañía Lírica Dominicana.

Un concierto que fue realizado en una casi absoluta y excusable  ausencia de cronistas de arte, (comprometidos como estaban esa noche, la anterior a las elecciones para dar nueva directiva a la Asociación de Cronistas de Arte  (ACROARTE).

Hay canciones y tendencias para todos los gustos, desde el clasicismo operático, la canción lírica, la popular y las expresiones del fenómeno urbano.

El concierto de 23 piezas latinoamericanas y dominicanas permitió un disfrute de la canción de arte (los poemas de alta calidad musicalizados a partir de la obra de poetas latinoamericanos y dominicanos).

Cantaron  tal cuales son, ángeles, se sintieron como seres especiales de la voz educada a partir de anos de entrenamiento y estudios: Belkis Hernández, Modesto Acosta, Vivian Lovelace, Alberto Duran, Dorka Quezada, Antonia Chabebe, Otilio Castro, Frank Lendor, Juan Cuevas y Pura Tayson.

El concierto, su asistencia y la cobertura de medios da cuenta de que hay que reforzar el apoyo a esta  alta expresión del arte lírico.

El concierto  fue dividido en dos partes, con una latinoamericana en que se incluyeron las piezas Kolavina (Eduardo Caba, de Bolivia); Canción del Árbol del Olvido (A. Ginasteras) y Se equivoco la paloma (C. Gustavino), ambas de Argentina; Estrellita y Lejos de Ti, ambas de Manuel Ponce, de México).

También se hizo interpretación de La Rosa Blanca (José Martí, de Cuba); Espero de ti (R. Prats, de Cuba)’; Desesperanza (María Escobar, de Venezuela) y Canción del Triste Amor (de Juana de Ibarborou-Ernesto Lecuona, de Uruguay y Cuba, respectivamente).

La segunda parte fue exclusivamente criolla: Desesperanza (Fidel Rodríguez); Canción de Cuna (Enrique de Marchena); Margarita del Campo (Pancho García); Nadie sabe (Raudo Saldana); En el fondo del mar (Claudio Blanco) y He vuelto a ti (Luis Rivera).

También se cantó Niñita de Pescadores G. Mistral -Argentina- con arreglo de Aura Marina del Rosario; Prodigio (José Dolores Cerón) y Caracola (A.M. del Rosario).

El gran cierre del concierto fue un coral a cargo de todos los vocalistas, haciendo Dulce Serenidad (Don Luis Rivera), para cerrar una noche de arte de alta canción lírica, con el aplauso de los 105 asistentes, todos motivados en esta expresión artística trascendental.

Tres maestros

El concierto fue la oportunidad para reconocer tres maestros del canto alto en la formación de tres o cuatro generaciones de cantantes liricos: Farida Dina de Pena, Iván Orlando Domínguez y Frank Lendor recibieron un emotivo homenaje con sendas placas de cristal óptico, en el marco del Concierto en la Sala Aida Bonelly de Diaz.

El reconocimiento, entregado por la directora de la Compañía, profesora Ondina Matos de Lendor, ante un público solicito y cómplice alcanzo una emoción tal que se expresó en lágrimas y extendidos aplausos.

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