Camilo: el ángel de la guitarra

Camilo Rijo Fulcar pudo haber sido como uno de tantos jóvenes interesados únicamente en lo superficial y consumista que la vida actual ofrece a cualquier muchacho de América Latina.
Su talento es la música y en ella, su inclinación es por la guitarra, actitud que cultivó primero desde un grupo de rock metálico, pero descubrió que lo suyo era la guitarra clásica, por lo que se puso a estudiarla en el Conservatorio Nacional de Música, donde pudo haber sido solo un estudiante excelente, graduarse y ser un buen instrumentista asimilado a una orquesta de prestigio. Aún debe terminar sus estudios.
Camilo ha desarrollado una labor de gestor de música dirigida a sectores infantil y juveniles a los que ha entregado la posibilidad (juntodsc_4852 a una guitarra de las que le donan para esos fines) de aprender a interpretar ese instrumento.
Es un artista de la calle y tampoco se ha limitado a tocar, muy elegantemente vestido, para recibir de la gente el agradecimiento en forma de dinero bien ganado.
Ha fundado “La Escuelita”, unidad docente abierta, que obvia los requerimientos formales que exigen las escuelas establecidas.
Acoge a niños y jovencitos muy pobres a los que da clase, junto a otros músicos que se han unido a propósito, en la calle de El Conde, cada fin de semana, frente a la emblemática La Cafetera, de tres de la tarde a siete de la noche.
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Camilo no cobra  dinero por estimular esos chicos y su trabajo ha comenzado a llamar la atención tanto de los medios de comunicación, como de donantes que le apoyan suministrándole guitarras para esos chicos.
Este joven es un ejemplo que merece todo el respaldo posible, tanto del Ministerio de Cultura (apoyándole como proyecto cultural vivo), como por las autoridades policiales/turísticas, que no tienen claro el fundamental papel de gestor cultural que cumple.
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Ha sido de los fundadores de la Asociación de Artistas de la Calle (ASOCARCA), que dignifica a quienes comparten sus talentos en la vía pública.

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